Cuando el conejo,
fue a abrir la puerta,
se dio cuenta que estaba bloqueada.
Entonces fue prudente,
escribió una nota que decía:
Lo que nadie sabía,
es que en ese punto Kandínskico,
yacía esa respuesta a la pregunta...
yacía esa respuesta a la pregunta...
El conejo, que había leído a Lenz,
se sentía, cada vez más cerca de su destino,
aun cuando para eso, faltaban algunos laberintos…
Con mucha confianza miró el horizonte,
y se sintió libre de avanzar sin apuro.
Libre de las ataduras de la vida y, sobre todo,
Libre de las ataduras de la vida y, sobre todo,
libre de las promesas de la muerte.
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