sobre su propio ser"
A Illapu los conocí desde siempre. Desde que tengo algún pequeño recuerdo de mi infancia. Mi madre bella, los puso en mi idolatría desde que ni sé si hablaba… Pero no era trivial; sus vientos y sus charangos, sus zampoñas y sus quenas, sonaban en mis juegos de niño en cada quebrada, en cada espacio, eterno, plano y sin “colores” -para mi- los más hermosos. El olor del río, el sabor del viento, el rojo atardecer, la nada siendo todo… Desierto lo llaman…
A Illapu los guardé en mi corazón y para siempre desde una vez que los
escuché en vivo en el Auditorium Sindical en Chuquicamata, en un
concierto clandestino, y con mis ojos de niño los miraba como
inalcansables, intocables, valientes. Venían sin permiso y ahora a mis
40 y tantos lo pienso, pudimos haber muerto todos en ese espacio, acribillados,
desaparecidos…
A Illapu los llevo conmigo, porque han sido uno de los hermosos regalos que mi madre bella me entregó cuando yo tenía miedo. Cuando sin saber representaron toda mi infancia hermosa de ríos y de junquillos., de espacios interminables, y de ese Ckhúri que te pega en la cara desafiando tu propia voluntad. ¿Sabes lo que es eso?.
Condorcanqui para todos. Fuerza.
Ckuri, contigo cuando sientes que todo está perdido. Respuestas, hay en su ráfaga y en su brisa.
A Illapu los llevo conmigo, porque han sido uno de los hermosos regalos que mi madre bella me entregó cuando yo tenía miedo. Cuando sin saber representaron toda mi infancia hermosa de ríos y de junquillos., de espacios interminables, y de ese Ckhúri que te pega en la cara desafiando tu propia voluntad. ¿Sabes lo que es eso?.
Condorcanqui para todos. Fuerza.
Ckuri, contigo cuando sientes que todo está perdido. Respuestas, hay en su ráfaga y en su brisa.
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