Y así, cada uno fue abandonando la sala
después de un juicio eterno que parecía nunca acabar.
Uno a uno fueron dejando el cuerpo que habían querido
para siempre habitar.
En silencio se fueron alejando y mirando hacia atrás,
algunos con lágrimas en sus ojos comenzaban largo trayecto a caminar.
Todos los fantasmas dejaron mi mente en una fila inmensa,
con lo poco que tenían y una estela de frío en su pasar.
"!Adiós!" les gritaba mi espíritu alegre,
de haber compartido años el mismo lugar.
Alegre de haber aprendido el arte de ocultar.
Altamira.